Objetos rituales en el budismo tibetano. Parte II

Tashi Palhel. Visita al Asentamiento de Refugiados Tibetanos. Ciudad: Pokkara (Nepal)

Vuelvo a retomar mis apuntes y una vez que he puesto un poco de orden, inicio esta II Parte.

Como ya comenté en el anterior post – Parte I – la cultura tibetana está llena de rituales y ceremonias, así como objetos de artesanías. Los tibetanos celebran cada mes una fiesta, y a veces, dos siendo la mayoría de ellas fiestas religiosas. La más importante es el Losar, el día de año nuevo que lo celebran el 29 de diciembre.

Desde el primer momento, me intereso por todo lo que está relacionado con esta cultura y recabo información a Aman, mi guía. Aunque ella es de etnia newar y de religión hindú, conoce bien a los refugiados tibetanos y sus costumbres. Me confiesa que tiene amigas en el poblado— habla el dialecto tibetano de Lhasa, el oficial—, así que a través de ella iré recabando información.

En el recorrido por el asentamiento, visito el Museo de las Alfombras. Los trabajos son realizados por las mujeres tibetanas y los tejidos utilizados son lanas  de alegres colores. Decidida me dirijo a un señor, creo que es el encargado, de mediana edad que está sentado junto a la puerta. Me mira con curiosidad. Empiezo con mis preguntas a Aman que, a su vez, se las traduce al guarda. Y, yo tomo notas sin descanso. La amabilidad y la paciencia mostrada por el hombre son de agradecer.

Ya es sabido que durante siglos, el Tibet estuvo oculto detrás de un velo de misterio debido a su remota localización situada en un amplio altiplano rodeado por las escarpadas cordilleras de los Himalayas. Aislado en su hogar de tierras altas a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, el pueblo tibetano desarrolló su propio lenguaje y costumbres desde tiempos remotos. Además de la religión y el arte, el budismo también ha penetrado en otras facetas de la vida diaria de los tibetanos surgiendo en su literatura, música, danza, astronomía, educación e incluso nociones de medicina. Así, el  budismo se ha convertido en cuerpo y alma de la cultura tibetana.

En todo el mundo, posiblemente, no existe otra religión que sea devota a tantas deidades y el uso de numerosos objetos rituales para las ceremonias. Está tan arraigada en la vida de los tibetanos que creen a Buda con gran devoción. En este viaje por Nepal he podido observar a la gente por las calles, una mayoría hacen girar la rueda de la oración o se postran delante de algún pequeño altar recitando los versos de los mantas y sutras. Siempre están susurrando. Aman, mi compañera, me insiste para que entremos en el Monasterio del poblado, no existe impedimentos para que yo, una extranjera, irrumpa en su interior.

Una corta visita al Monasterio Tashi Palhel ubicado dentro del asentamiento donde viven un centenar de monjes budistas. Sin hacer ruido, Aman y yo nos sentamos en uno de los bancos que hay junto a la pared. La luz que se filtra por los ventanales ilumina los thang-kas, tapices budistas que cuelgan de los muros. Mis ojos no dejan de mirar a un lado y a otro, todo me sorprende. Comienzan a entrar algunos monjes jóvenes ataviados con la túnica color naranja y la cabeza rapada. Es la hora de la oración. Decidimos abandonar este lugar sagrado.

Creo que el arte tibetano está íntimamente relacionado con sus creencias religiosas, es considerado como una parte integral de su práctica espiritual. Como curiosidad me informa Aman Shrestha, mi guía, que los budistas para obtener el beneficio espiritual del mantra pueden hacer cuatro cosas:

—Pronunciarlo, repetir continuamente el mantra en voz baja.

—Escribirlo, en muchos cruces de caminos se pueden encontrar montones de piedras talladas con mantras.

—Hacer ondear al viento las banderas de oración pintadas con mantras o sutras, según la costumbre se cuelgan en las calles, templos e incluso en los caminos.

—Hacer girar un molinillo de oración en el mismo sentido de las agujas del reloj y repetir los rezos.

molinillos oración

Esta última es una de las prácticas religiosa que se hace a diario: el uso de los molinillos o ruedas de oración de mano. Un objeto ritual utilizado tradicionalmente entre los practicantes del budismo tibetano durante las actividades de su vida diaria. Consiste en unos cilindros de latón que giran sobre un eje. Su exterior está decorado con los ocho símbolos auspiciosos del budismo, lo que amplía el simbolismo de estas piezas. En su interior contiene un trozo de papel con los mantras, el más rezado es el Om Mani Padme Hum.

Otro objeto emblemático es la caracola tibetana o dungkar. A lo largo de la historia del Tibet ha sido utilizada como un instrumento religioso. En los monasterios cuando se celebra la práctica real de los rituales y ceremonias la música juega un papel destacado. Entre los instrumentos utilizados, el lamento de la caracola resalta entre la vibración de las campanas, platillos, trompas, oboes y tambores. Es usual encomendársela a los monjes jóvenes para ejercer la función de llamada. Al hacerla sonar  anuncia los rituales. Está considerada como símbolo auspicioso del budismo. Además, yo destacaría el trabajo y los complicados diseños  realizado por los orfebres, cada caracola es una pieza única.

El mala es un objeto ritual casi idéntico a otro de la religión católica: el rosario. En este caso es llamado mala o rosario tibetano utilizado por los budistas cuando recitan los mantras u oraciones sagradas. Tiene 108 bolas o cuentas y además una es de mayor tamaño que las otras ,se le llama “una cuenta del gurú”. Esta bola es el punto de partida para el circuito y no suma en el total de las 108.

mala Rudrakska

El por qué son 108 bolas. El 108 está considerado como un número sagrado en la astronomía, se relaciona con las 12 casas astrológicas que multiplicadas por los 9 planetas del sistema solar dan como resultado esta cifra.

El mala pueden estar realizado en hueso, minerales, semillas de Rudrakska,  loto o cristal. Los monjes acostumbran a utilizarlos de madera.

Para el rezo es habitual repetir muchas veces, bien en voz alta o mentalmente, los mantas o sutras. Así es una manera de controlar el número de veces que se recitan las oraciones.

En la iconografía y en los rituales budistas tibetanos, el Dorje  o Vajra en sánscrito, significa rayo o diamante como principio de liberación espiritual y mental en la que se basa la filosofía tibetana. Siempre le acompaña la Campana, juntos representan lo opuesto que conviven: la Campana es el símbolo del lado femenino mientras que el Dorje lo es del masculino. Durante los rituales el primero se sujeta en la mano derecha, y la otra en la mano izquierda.

Un objeto muy curioso que llama poderosamente mi atención es el Damaru, pequeño tambor ritual en las celebraciones musicales. Originalmente se fabricaba uniendo dos

damaru

tapas de cráneos enfrentadas por la coronilla. Se solía revestir con la piel de algún animal y adornadas con cordones que servían también como badajos: al repercutir rítmicamente refuerzan la vibración producida por el impacto de la vara o palo con el que se golpea el tambor.

El Damaru contribuye a marcar el ritmo de las recitaciones de los mantras y los sutras. Acompaña a las distintas celebraciones monásticas y su origen chamánico se integra completamente en los rituales tántricos.

Existen muchos más objetos rituales y de ceremonias, personalmente, son curiosidades para conocer las ancestrales costumbres que existen en países tan lejanos. Sería interesante que pudiera ver aún más allá y encontrarme de lleno con la historia de una religión y los distintos ritos del budismo tibetano. Creo, es la más amplia en cuanto a número de divinidades y, tal vez, pueda acabar perdiéndome entre los múltiples brazos de sus dioses.

Fuente información: “Elementos de iconografía budista”, Aranda Kentish

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